LENGUA
ESPAÑOLA I
Primer parcial domiciliario Fecha
de entrega: 28/06/21
Alumno/a:
DNI:
Lean los
siguientes textos:
TEXTO 1 (adaptado)
Sweet paranoia/ Artículos de
opinión
Leer no te hará mejor persona
Por Miryam
Artigas
Hace poco hablaba con unos amigos de la importancia
de leer de forma habitual. En la mesa nos encontrábamos varios perfiles:
algunos leíamos diariamente o varias veces por semana, otros leían de forma
esporádica (en especial en vacaciones) y algunos de ellos, hacía decenios que no leían un libro. De esta
conversación, saqué en claro dos cosas importantes: que el sistema educativo
había hecho mucho daño al hábito de leer y que leer no te hace mejor persona.
Al revés.
¿Por qué leer no te hace una
mejor persona?
Dejando atrás los estigmas de superioridad
intelectual que se asocia a los llamados «ratas de bibliotecas» (que,
sinceramente, en la mayoría de las veces no es cierto), llegamos a la
conclusión que leer les había provocado grandes daños a aquellos que lo
hacíamos de forma habitual, y les cuento porque.
Cosas tan habituales
como mantener una conversación de WhatsApp entre amigos, llegaron a
convertirse en una batalla campal por unas cuantas faltas de ortografía. Sí,
por lo general somos un poco exigentes a la hora de expresarnos y especialmente
a la hora de leer. Todos tenemos esas palabras que nos hacen dudar eternamente,
expresiones que preferimos evitar… pero hay cosas como las reglas de
acentuación que, incluso aunque las modifique la RAE, no conseguimos tolerar.
Y, aunque esto sea
una pequeña minucia (en algunos, no tan pequeña), por lo general nuestro amor
por el buen uso de la reglas ortográficas y gramaticales nos pueden
llegar a hacer elegir amigos e incluso parejas.
La literatura te permite conocer otras realidades
Dejando atrás esta
pequeña anécdota, algo en lo que todos nos pusimos de acuerdo fue en la
capacidad que tiene la literatura para transfomarte. A través de libros, con
distintas voces y mensajes, puedes llegar a empatizar con cosas que antes no te
habías planteado.
Por ejemplo, hasta que
no leí “Un cuarto propio” de Virginia Woolf no fui consciente de la
importancia de la genealogía femenina, de la necesidad de tener un lugar
donde reflexionar, poder pensar sobre tu entorno, tu papel en él y sus
consecuencias. Un lugar donde crear. Por otro lado, con La flor púrpura de Chimamanda,
entendí que aunque me separaban cientos de kilómetros de Nigeria, lo cierto es
que la desigualdad de género y los problemas a los que deben enfrentarse
las mujeres, muchas veces tienen más en común de lo que nos gustaría reconocer.
O quizá con Parentesco de
Octavia E. Butler donde, sin necesidad de vivir durante la Guerra del
Sur, sentí la injusticia de vivir en una sociedad esclavista y qué
peligros conllevaba hacerlo siendo afroamericano.
¿Si leyésemos más
seríamos más feministas? ¿Entenderíamos mejor otras posturas opuestas a la
nuestra? ¿Nos llevaríamos mejor los unos con los otros? ¿Estaríamos más
(in)formados a la hora de enfrentarnos a cosas que ya han pasado? La sola
posibilidad da pie a intentarlo.
¿Y si intentamos leer más y variado?
Como habrás supuesto
ya, tras haber leído las anteriores líneas, leer no te hará mejor persona… Lo
que sí hará es que seas una persona más crítica. Más empática con otras formas
de pensar y de vivir. Te permitirá conocer nuevos lugares sin haber puesto un
pie en ellos e incluso viajar a otras realidades.
Eso sí, quizá te
convierta en «esa persona» que corrige a sus amigos, que recuerda por WhatsApp
cómo debería haberse escrito ese mensaje. Que cita autores como si fueran sus
propias frases. O que recomienda constantemente sus libros
favoritos. También te provocará insufribles y pesadas mudanzas donde los
libros serán lo primero que empaquetes… Pero bueno, merecerá la pena la
lista de «contras», ¿verdad?
Fuente: Blog Sweet paranoia, en línea: https://www.sweetparanoia.com/leer-no-te-hara-mejor-persona/
TEXTO 2
Elogio de la dificultad
de Guillermo Martínez
Hay libros arduos cuya lectura
se parece a un martirio. Conquistarlos, sin embargo, depara la felicidad de las
victorias secretas.
Cada vez que se habla de lectura,
maestros, escritores y editores se apresuran a levantar las banderas del
hedonismo, como si debieran defenderse de una acusación de solemnidad, y tratan
de convencer a generaciones de adolescentes desconfiados y adultos entregados a
la televisión de que leer es puro placer. Interrogados en suplementos y
entrevistas hablan como si ningún libro, y mucho menos los clásicos,
desde Don Quijote a Moby Dick, desde Macbeth a Facundo, les
hubiera opuesto nunca resistencia y como si fuera no solo sencillo llegar a la
mayor intimidad con ellos, sino además, un goce perpetuo al que vuelven todas
las noches.
La posición hedonista es, por supuesto, simpática,
fácil de defender y muy recomendable para mesas redondas porque uno puede citar
de su parte a Borges: "Soy un lector hedónico: jamás consentí que mi
sentimiento del deber interviniera en afición tan personal como la adquisición
de libros, ni probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo un libro
anterior con un libro nuevo...".
Y bien, yo me propongo aquí la defensa más ingrata
de los libros difíciles y de la dificultad en la lectura. No por un afán
especial de contradicción, sino porque me parece justo reconocer que también
muchas veces en mi vida la lectura se pareció al montañismo, a la lucha cuerpo
a cuerpo y a las carreras de fondo, todas actividades muy saludables y a su
manera placenteras para quienes las practican, pero que requieren, convengamos,
algún esfuerzo y transpiración. Aunque quizá sea otro deporte, el tenis, el que da una analogía más
precisa con lo que ocurre en la lectura. El tenis tiene la particular
ambivalencia de que es un juego extraordinario cuando los dos contrincantes son
buenos jugadores, pero se vuelve patéticamente aburrido si uno de ellos es un
novato, y no alcanza a devolver ninguna pelota. Las teorías de la lectura creen
decir algo cuando sostienen el lugar común tan extendido de que es el lector
quien completa la obra literaria. Pero un lector puede simplemente no estar
preparado para enfrentar a un determinado autor y deambulará entonces por la
cancha recibiendo pelotazo tras pelotazo, sin entender demasiado lo que pasa.
La versión que logre asimilar de lo leído será obviamente pálida, incompleta,
incluso equivocada. Si esto parece un poco elitista basta pensar que suele
ocurrir también exactamente a la inversa, cuando un lector demasiado
imaginativo o un académico entusiasta lanza sobre el texto, como tiros
rasantes, conexiones, interpretaciones e influencias en las que el pobre
escritor nunca hubiera pensado.
En todo caso la literatura, como cualquier deporte,
o como cualquier disciplina del conocimiento, requiere entrenamiento,
aprendizajes, iniciaciones, concentración. La primera dificultad es que leer,
para bien o para mal, es leer mucho. Es razonable la desconfianza de los
adolescentes cuando se los incita a leer aunque sea un libro. Proceden con la
prudencia instintiva de aquel niño de Simone de Beauvoir que se resistía a
aprender la "a" porque sabía que después querrían enseñarle la
"b", la "c" y toda la literatura y la gramática francesa.
Pero es así: los libros, aún en su desorden, forman escaleras y niveles que no
pueden saltearse de cualquier manera. Y sobre todo, solo en la comparación de
libro con libro, en las alianzas y oposiciones entre autor y autor, en la
variación de géneros y literaturas, en la práctica permanente de la apropiación
y el rechazo, puede uno darse un criterio propio de valoración, liberarse de cánones
y autoridades, y encontrar la parte que hará propia y más querida de la
literatura.
La segunda dificultad de la lectura es, justamente,
quebrar ese criterio; confrontarlo con obras y autores que uno siente en
principio más lejanos, exponerse a literaturas antagónicas, impedir que las
preferencias cristalicen en prejuicios, mantener un espíritu curioso. Y son
justamente los libros difíciles los que extienden nuestra idea de lo que es
valioso. Son esos libros que uno está tentado a soltar y sin embargo presiente
que si no llega al final se habrá perdido algo importante. Son esos libros
contra los que uno puede estrellarse la primera vez y sin embargo
misteriosamente vuelve. Son a veces carromatos pesados y crujientes que se
arrastran como tortugas. Son libros que uno lee con protestas silenciosas, con
incomprensiones, con extrañeza, con la tentación de saltear páginas. No creo
que sea exactamente un sentimiento del deber, como ironiza Borges, lo que nos
anima a enfrentarnos con ellos, e incluso a terminarlos, sino el mismo
mecanismo que lleva a un niño a pulsar "enter" en su computadora para
acceder al siguiente nivel de un juego fascinante. Ellos no ocultan su orgullo
cuando se vuelven diestros en juegos complicados ni los montañistas se avergüenzan
de su atracción por las cumbres más altas.
Hay una última dificultad en la lectura, como una
enfermedad terminal y melancólica, que señala Arlt en uno de sus aguafuertes:
la sensación de haber leído demasiado, la de abrir libro tras libro y repetirse
al pasar las páginas: pero esto ya lo sé, esto ya lo sé. Los libros difíciles
tienen la piedad de mostrarnos cuánto nos falta.
(Publicado en Clarín, el
22/4/2001)
1- Seleccionen uno de los textos y analicen las variedades de lenguaje presentes en él. Justifiquen mediante expresiones extraídas del artículo.
2- a) ¿A qué dimensión o dimensiones del texto (planteada/s por Marro y Dellamea) hace referencia la autora del primer artículo? Transcriban los fragmentos que se relacionen con esa dimensión o esas dimensiones.
b) ¿Cómo clasificarían,
siguiendo a Kerbrat, los receptores a quienes se dirige dicho artículo?
Justifiquen.
3- ¿Qué conexión podrían establecer entre lo que dice el fragmento
destacado del segundo texto y lo desarrollado por Kerbrat en su propuesta de circuito
de comunicación? Expliquen esa conexión.
4- Elijan uno de los textos y respondan: ¿qué función del lenguaje es la dominante?, ¿qué funciones
secundarias aparecen? Justifiquen mediante la definición de cada función
planteada por Jakobson y la correspondencia de elementos del texto con dicha
definición.
5-En el fragmento resaltado del primer artículo, identifiquen errores de cohesión, acentuación, puntuación y morfosintaxis. Reformúlenlo corrigiendo dichos errores y expliquen en qué consistía cada uno de ellos.
6-Analicen sintácticamente las oraciones del siguiente párrafo:
Aclaración:
-El verbo “poder” forma perífrasis verbal con el infinitivo que le
sigue. Se considera como un solo verbo.
7-Estas son algunas frases extraídas de los artículos leídos:
- “El sistema educativo ha
hecho mucho daño al hábito lector”.
- “Si leyésemos más, ¿nos
llevaríamos mejor los unos con los otros?”
- “La literatura tiene
capacidad para transformarte”
- “Son justamente los libros difíciles los
que extienden nuestra idea de lo que es valioso”.
a) Un texto que narre una historia (un cuento para enviar a un concurso literario). La función predominante debe ser la poética y las secundarias, la metalingüística y la referencial.
b) Un texto que defienda una opinión (un artículo para ser publicado en un diario de Buenos Aires). La función predominante debe ser la apelativa y las secundarias, la referencial y la expresiva.
-Pongan un título al texto. Extensión: entre 20 y 25 líneas.
-Identifiquen en el texto que han escrito tres recursos de cohesión utilizados. Aclaren cuáles son y qué elementos del texto relacionan.
-Observen las normas de acentuación, puntuación y morfosintaxis estudiadas.
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